viernes, 10 de mayo de 2013

La fiesta del trabajo en Arequipa




En su conferencia titulada “Algo sobre el Socialismo”, pronunciada con motivo de la primera fiesta del trabajo en Arequipa, el 1° de mayo de 1906, Francisco Gómez de la Torre (Arequipa, 1865 – 1939) reclamó a favor de la jornada de ocho horas de trabajo y el descanso dominical; por la dación de una ley de accidentes de trabajo y, además, por la organización del Ministerio de Trabajo.

Por: Mario Rommel Arce Espinoza

Desde la Universidad escuché de boca del doctor Carlos Gómez de la Torre Rivera la figura y personalidad de Francisco Gómez de la Torre. Mi abuelo, decía mi distinguido maestro, fue agnóstico, pero muy respetuoso de las creencias religiosas. En su casona de la calle Santo Domingo, vivía con su numerosa familia, rodeado de sus libros y los recuerdos de su etapa de luchador social.
¿Quién fue esta persona que cautivó a varias generaciones y que lamentablemente hoy permanece en el olvido? ¿Qué hizo en su tiempo para ser considerado un hombre importante para la historia social de Arequipa? En realidad, fueron varias las facetas de su vida, desde abogado, periodista y escritor hasta luchador social. Sobre su actividad como abogado, existen los testimonios de Guillermo Zegarra Meneses, Víctor Andrés Belaunde y Manuel J. Bustamante de la Fuente que coinciden en señalar que fue él el mejor abogado de su época. “El verdadero paradigma del abogado arequipeño”, como dijo Guillermo Zegarra Meneses. Su destacada participación en la fundación del Colegio de Abogados de Arequipa en 1911 y, de igual manera, en la fundación de la revista “El Derecho”, órgano del Colegio de Abogados, en 1914, así lo demuestran. Pero ya, para entonces, era una figura reconocida en el medio local. Su actividad periodística en el semanario “La Patria”, órgano de la Asociación Patriótica, que él contribuyó a fundar con el propósito de recuperar las provincias cautivas de Tacna y Arica, lo habían hecho acreedor del respeto popular. Lo versátil de su pluma hizo que, bajo el seudónimo de “Frascuelo”, plantee críticas a la sociedad de su tiempo, con énfasis en las clases sociales y en las costumbres electorales de fines del siglo XIX. Pero también fue maestro y muy reconocido en el Colegio de la Independencia Americana y en la Universidad Nacional de San Agustín, donde fue varias veces Rector.
En este artículo voy a ocuparme del luchador social, del hombre comprometido con la causa obrera de Arequipa, del librepensador que trazó el ideario del socialismo en la ciudad.
Su identificación con los cambios sociales que vive el mundo, a partir de la redefinición de las relaciones labores entre la clase obrera y los industriales, nos lleva a hurgar en el pensamiento socialista de Francisco Gómez de la Torre. Como ideólogo, abogó a favor del obrerismo local planteando ideas en relación a los derechos de los trabajadores, en el Centro Social Obrero de Arequipa.
El siglo XX trajo consigo nuevos actores sociales, como el sector obrero vinculado a la incipiente manufactura local. La prédica liberal encuentra en ellos a sus mejores aliados. Los planteamientos que propone, justamente el Partido Liberal de Arequipa, busca establecer mejores condiciones de trabajo. Como, por ejemplo, eliminar los contratos de locación de servicios por contratos de trabajo. Así como también proponía el límite de la jornada laboral y el salario mínimo; la reparación de perjuicios y la inspección eficaz.
Estos primeros años del nuevo siglo XX serán particularmente importantes para el obrerismo local. Un hecho significativo fue la fundación del Centro Social Obrero de Arequipa, el 22 de julio de 1905, a iniciativa de Santiago Mostajo, padre del tribuno Francisco Mostajo, que desde el 1 de mayo del año siguiente comenzó a celebrar el día internacional del trabajo, usando para la ocasión la bandera roja como símbolo de la lucha obrera.
Estos años en realidad fueron de intensa lucha entre conservadores y liberales. Como bien puntualiza Raúl Fernández Llerena, el conservadorismo en Arequipa representado por el Círculo de Obreros Católicos y la Unión Católica femenina, ofrecieron firme resistencia ante el avance del laicismo en la ciudad. Sin embargo, los liberales comenzaron a ganar importantes espacios dentro de la clase obrera local, utilizando para ello la publicación de semanarios como “El Ariete”, órgano del Partido Liberal, que dirigieron en su momento Mariano Lino Urquieta y Francisco Mostajo.
El discurso del 1 de mayo de 1906, con ocasión de la primera fiesta del trabajo en Arequipa, estuvo a cargo del destacado abogado liberal Francisco Gómez de la Torre. Su conferencia que se publicó ese mismo año lo ubica, en el contexto de la época, como verdadero abanderado social. Como él mismo decía, su presencia en el local del Centro Social Obrero responde a su apoyo a la clase obrera en exigir un mejor nivel de vida. Luego se ocupa de desarrollar las principales reivindicaciones de la clase obrera a nivel nacional.
Un primer tema que aborda fue el voto universal y directo. En el contexto de la época, el planteamiento de Gómez de la Torre responde a una íntima convicción democrática, que se pregunta por qué permitir restricciones al voto, si todos por igual forman parte de la soberanía popular. A partir de una reforma electoral de 1896, estaban impedidos de votar los analfabetos. Esto equivalía a excluir del proceso democrático a amplias mayorías nacionales. Difícil construir así un proyecto nacional, cuando el voto de unos pocos decidían la suerte de los demás. Recién en el Perú el voto universal será consagrado en la Constitución de 1979. En Argentina, por ejemplo, Hipólito Irigoyen fue el primer presidente elegido, en 1916, por el voto universal masculino y directo.
Gómez de la Torre cree en la administración autónoma de los pueblos. Cada ciudad es una realidad distinta, sostiene el autor, que necesita desarrollarse por sí misma. Los estados centralistas ignoran la realidad de los pueblos del interior y, por eso mismo, plantea la idea de adoptar un sistema federal en el país. De igual manera, proclama la igualdad de derechos entre el varón y la mujer. No puede haber diferencias entre ambos sexos, dice Gómez de la Torre, ya que la mujer al igual que el varón contribuyen a la riqueza del país. Recién una ley de 1908 permitió que las mujeres sigan estudios superiores. Hasta entonces estaban limitadas al ámbito de las labores domésticas del hogar. Sólo a partir de 1956 las mujeres que sabían leer y escribir participaron en las elecciones presidenciales de ese año. Y luego votaron por primera vez en las elecciones municipales de 1963, conforme a un derecho reconocido en la Constitución de 1933. En ese sentido, el planteamiento de Gómez de la Torre es pionero no sólo porque postula el voto femenino, sino también porque lo hace de manera irrestricta. Lo cual sólo ocurre en el Perú desde 1980.
Otro tema de interés que denota el pensamiento laico de Gómez de la Torre, fue su idea de que no exista una religión oficial del Estado. Esta exigencia, como otras que plantea en su conferencia por el día del trabajo, lo ubican dentro de una fracción ilustrada contraria al temperamento mayoritariamente católico de los arequipeños. Recordemos que, desde fines del siglo XIX, la Unión Católica de Arequipa y luego en el siglo XX la Acción Católica jugaron un papel decisivo en la conservación del catolicismo en la ciudad.
Hay que contar a Gómez de la Torre entre los liberales que lucharon por el establecimiento de la tolerancia de cultos. El Estado confesional en el Perú acaba con la Constitución de 1979 y el concordato de 1980, aunque al mismo tiempo fija la mutua colaboración entre ambas potestades.
Pero también plantea una enseñanza laica. Al respecto dice lo siguiente: “No existiendo derecho en el Estado para imponer a sus asociados que tengan esta o aquella religión, carece de facultad para imponer al hijo del obrero católico al aprendizaje de la religión budista, como no tiene razón para exigir al budista que todos los días al entrar a la escuela tome el agua bendita y haga la señal de la cruz”. Estas ideas seguramente le crearon cierto rechazo de los sectores más conservadores de la ciudad. Sin embargo, Gómez de la Torre creía en una sociedad tolerante, con igualdad de oportunidades, y en donde predominara la justicia.
En esa línea de pensamiento, exige a favor de los obreros, educación y justicia gratuita. Es más: plantea para el caso de los errores judiciales, la correspondiente indemnización a favor de aquellos perjudicados moral como físicamente por la mala administración de justicia. “El error de nuestros jueces (dice Gómez de la Torre) encerró a Peñalosa, siendo inocente, en los calabozos de la penitenciaría de Lima; y el error de los tribunales de Francia confinó sin causa al capitán Dreiffus en la solitaria isla del Diablo”.
En cuanto a derechos labores, reclama por la jornada de ocho horas de trabajo y el descanso dominical. Asimismo, exige mejores condiciones de trabajo en las fábricas, donde en muchos casos hay verdadera falta de higiene. “Asegurar la salud y la vida del hombre – máquina, es lo menos que puede exigirse al hombre – riqueza; puesto que ésta es producto casi exclusivo de aquella”, anota.
Este era el sentimiento y los reclamos de la clase obrera local que Gómez de la Torre expone en su conferencia, compartiendo con ellos, además, sus propias ideas, de manera directa y clara.
La necesidad de un seguro obrero que garantice al trabajador en caso de invalidez, fue otro de los pedidos que formula Gómez de la Torre en el día internacional del trabajo. “Esta aspiración (nos dice) envuelve, pues, el anhelo de que no se haga con el obrero lo que se hace con las bestias de carga: que cuando se inutilizan para el servicio, no se les concede el derecho de tomar el pienso y se les deja sucumbir de hambre; castigando así en ellas el delito de haber agotado sus energías en el rudo servicio del amo sin entrañas”. Agrega, entonces, que falta dar una ley de accidentes de trabajo. De igual importancia resulta, en su opinión, la organización de un Ministerio del Trabajo “con delegaciones en todo el país, elegidos por los obreros, con la misión especial de fijar por donde quiera la tarifa mínima del salario y atender en general, a los intereses sagrados de las clases trabajadoras”.
Lo expuesto por él, en el local del Centro Social Obrero de Arequipa, encierra las aspiraciones de la clase obrera universal, que según el mismo autor, pueden sintetizarse en esta sola frase: “desaparición de las desigualdades sociales engendradas por la injusticia”.
Francisco Gómez de la Torre fue, sin duda, uno de los más esforzados defensores de la clase obrera en Arequipa. En una época de cambios sociales, participa él de ese proceso, desde el ideario socialista, convencido de la justicia de su causa y de la necesidad de llevar a cabo reformas sociales en beneficio de las grandes mayorías del país.
Su obra y pensamiento fueron de amplia proyección social, cuya trascendencia solo hoy percibimos a la luz de las conquistas sociales que lamentablemente, en estos últimos tiempos, se han visto afectadas por el cambio de modelo económico. Cierto también que los tiempos han cambiado, al igual que las ideologías, pero sigue latente, entre nosotros, la idea de justicia social que un día hace más de cien años expuso ante decenas de obreros, el maestro Francisco Gómez de la Torre.

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