lunes, 3 de junio de 2013

DE ROCOTOS, SILLARES Y CAMPIÑAS



Poseedora de una notable arquitectura colonial y una gastronomía de polendas, la ciudad de Arequipa nos permite una dilatada estancia tras nuestra jornada transandina. 

Fue fundada a orillas del río Chili, en agosto de 1540, por don Garcí Manuel de Carbajal, bajo el nombre de Villa de la Asunción de Nuestra Señora del Valle Hermoso de Arequipa y desde entonces se convirtió en un importante polo de atracción para los recién llegados españoles, al punto que en poco tiempo la población ibérica superó a la nativa, razón por la cual fue llamada la ‘Ciudad Blanca’. Toda visita a esta ciudad, gobernada por sus tres volcanes: Misti, Chachani y Pichu Pichu, debe comenzar en su plaza mayor, levantada íntegramente con sillar y rodeada de sobrias arquerías de dos niveles. 
Allí se ubica la catedral, una imponente construcción neoclásica cuya construcción data de 1544. En su interior es posible admirar exquisitas piezas de orfebrería, custodias de oro y bellos lienzos coloniales. La iglesia de La Compañía, ubicada al lado de la plaza, es quizás la obra más importante del barroco mestizo peruano. 
En su interior destacan su pinacoteca con obras del manierista Bernardo Bitti (1550-1610) y la pintura mural de su sacristía, conocida como ‘la Sixtinita’. Otros templos que no deben dejarse de visitar son el de Santo Domingo, una importante muestra del barroco mestizo; San Agustín, San Francisco y La Merced, cada una con diferentes estilos que resumen, en conjunto, la rica historia arquitectónica de la ciudad. 

Otro imperdible en Arequipa es el convento de Santa Catalina. Fundado 1580, sus calles y plazas, nombradas como las principales ciudades de España, han preservado a través de los siglos la atmósfera colonial. Entre sus casonas, no deje de visitar la Casa del Moral y su espléndida fachada con un tímpano bellamente decorado; la Casa Goyeneche, de estilo neoclásico y poseedora de un bello zaguán con amplios ventanales; y la Casa Arróspide o ‘casa parlante’ debido a los numerosos mensajes que hay en su portada. 

Hoy, Arequipa es la segunda ciudad más grande del Perú. Ha sido declarada como Patrimonio Cultural de la Humanidad en respuesta de la constante labor de conservación de su herencia cultural, una preocupación que más allá de las autoridades parecen compartir todos los arequipeños, siempre esforzados por mostrar la belleza de su ciudad.

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